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22 de diciembre. La jornada que empieza difícil -lograr que de una vez por todas los chavales canten uno de los tuyos- se pone directamente imposible. 
Recoger en apenas minuto y medio la inabarcable emoción de este día es complicado. A ellos les ha tocado bricolage en el peor momento; ¿a quién no se le escurre una bola?, hoy más que nunca la cosa va de jugar. Y ahí han ido apareciendo los gritos, las caras que lo dicen todo, esos saltos tan de la celebración, ese inevitable cava desbocado. Si hay más riadas, que sean todas como éstas. A Valencia sí, le ha caído su pellizco. El Gordo no ha sido madrugador, pero sí tempranero. A eso de las once se ha ido para Logroño. Íntegro. O sea, todo. Para cosecha, deben pensar en La Rioja, la de este día en el que, premio a premio, los niños de San Ildefonso nos han hecho soñar, a ratos sufrir, se han ganado como siempre a todos con su inocencia, su expresividad. Ángel, con un meneíllo de muñeca que es toda una revolución en una ceremonia clásica como pocas. ¡Ojo que el sorteo de este año podía haber sido el de los dos gordos! Pero no. La ilusión ha durado un suspiro, la fiesta sin embargo se ha prolongado en el tiempo, celebrando la visita de la suerte, abriendo de par en par las puertas de la Navidad.

-Redacción-