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El ritmo de la vida en Paiporta es todavía lento. “Estamos muy flojitos, vamos despacito”, cuenta Ángeles en su paquetería. Ella lo tiene claro “porque la pensión, como autónoma, que me quedaría si cierro, sería mínima. Hay que seguir luchando”. Reabrió su tienda de paquetería muy poco después de la DANA. Vanes halló razones no solo económicas para empezar de nuevo en su charcutería. “Por mi pueblo, por mis clientas, por mi familia y por recuperar mi vida”. Ella reabrió el 20 de diciembre. Su negocio y el de Ángeles son excepciones en un panorama desolado. Con la mayor parte de ayudas oficiales aún por llegar han tirado de ahorros y de la ayuda de su entorno para levantarse. Es mucho más grande el porcentaje que sigue cerrado, esperando, entre un vecindario que padece a diario el proceso de lenta recuperación. En este escenario, los más pequeños encuentra hoy de nuevo en el colegio un lugar que proporciona algo más que conocimiento: “Evadirse de la situación que hay fuera en la calle”, sentencia Raquel Requena, directora pedagógica del Colegio La inmaculada, también en Paiporta. En los municipios más afectados las aulas vuelven a ser ese espacio apto para hacerse más fuertes ante lo que aún queda por hacer.

-Redacción-