Atlas agencia

Jaime se gira para mostrar la vasta extensión de tierra soriana y las vides que la habitan desde hace 200 años, para expresar su perplejidad. El vino que elaboramos aquí es especial, ellos (los estadounidenses) no pueden igualarlo, transmite esta herencia, asegura este enólogo que reconoce tener miedo porque Estados Unidos es el tercer mercado de exportación en la bodega en la que trabaja; tienen incluso una estructura de distribución ya montada en Estados Unidos. Desde la D.O. Ribera del Duero, Javier Rupérez, director técnico de una de sus bodegas, reconoce que tenían incluso un pedido adelantado, de unas 1.500 botellas, con un contacto nuevo estadounidense. Desde Tenerife, Juan José Méndez recuerda que tienen cuarenta variedades de uva propias, únicas, que se nutren de un suelo joven, volcánico, fértil, algunas llegaron en el siglo XV y nunca fueron afectadas por la filoxera. Un vino que sale de bodega a unos 15 euros la botella y que puede llegar a venderse en un restaurante estadounidense (están en los mejores) a 150 euros, asegura. Han tardado veinte años en asentarse allí y, aunque tienen claro que podrán vender el vino en otros mercados, temen perder el escaparate que da estar en los mejores restaurantes de EE.UU. Javier Veta es propietario de una bodega que ha hecho nombre entre el público estadounidenses, que se ha convertido en sus principal comprador. Desde la D.O. Sierras de Málaga pone en valor sus caldos, con historia, que vende de puerta a puerta. Flavio Salesi muestra su bodega, también en la sierra malagueña, un antiguo convento. El sector tiene que unirse para salir adelante, asegura. Y lamenta la posible pérdida de mercado: el consumidor estadounidense es muy potente, está educado en el consumo,  lo que ve lo quiere comprar, explica.  Desde las Rías Baixas lamentan el retroceso, pensábamos crecer en ese mercado, afirma Borja Gómez, director de marketing de una bodega de esta denominación de origen. Tienen claro que los aranceles perjudican a todos. Si queremos una sociedad mejor, hay que pensar en la cooperación y no en poner barreras que te privan de lo que tiene tu vecino y a él de lo que tú puedes ofrecer, asegura con todo el sentido común Javier Veta. Y todos, como él, confían en que habrá otros lugares donde llevar su vino, diluyendo fronteras, saboreando un mundo diferente, proyectándolo.